Odio comer papas fritas porque no puedo parar de comerlas y pienso en el anuncio de Frito Lay y me siento bien charra por solamente acordarme del anuncio pero después me doy cuenta que soy más charra todavía por caer en la tentación del anuncio de frito Lay aunque no esté comiendo papas de bolsita, eso de que no puedes comer solo una es un desorden mental establecido en la generación que nacimos a finales de los años setenta cuando comer papas fritas era algo gourmet porque en los pueblos del centro como en Barranquitas no habían fast foods. Es más, los fast foods más cercanos estaban en Rexville Bayamón, y eso lo hacía más gourmet porque antes no estaba el puente de Naranjito que te hace llegar en 20 minutos a Bayamón, antes había que cojer una ruta larguísima llena de curvas y negocios que venden lechón asado y mi papá se desviaba y compraba lechón y dejaba el fast food para cuando viráramos pa casa, como premio a portarnos bien y no antojarnos de nada en las tiendas... cuando en realidad el consumo de esta chatarra de comida es el peor castigo que se le puede hacer a un niño.. Pero bien, en base a las estadísticas, las veces que mi hermana y yo comíamos papas fritas a la semana con relación a un niño promedio de ciudad, era nada. Así que de vez en cuando a mis 30 años me permito violar mis reglas y comerme un servicio de papas fritas. Sin ketchup y muchas veces sin sal. (me encantan con queso y bacon) las papas fritas son como los cigarrillos del estómago.
Y complementan perfecto con casi todo. Las odio, pero siempre que me como una, no puedo parar de comerlas después, como el anuncio. qué mierda.
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