miércoles

La del 508


Siempre intentando provocar algo que no imaginaba, perpetuaría una condena de por vida. “Mira lo que puedo hacer” me decía, y se paseaba por el filo de una altura cualquiera. ¿Cómo intentar dibujarla? si la abusé hasta el cansancio. ¿Cómo precisarla? si subasté cada gesto, una docena de miradas- cada una enrojecida y temblorosa . Tenia miedo al tocarla una vez más, no fuera a ser que me entumeciera en sus desechos. Miedo le declaré al oscuro de sus ojos. La nombré sus piernas, sus senos dos o tres quejidos y el café en la mañana. Pero en la falsedad olvidé advertirle que al día siguiente se borrarían sus desnudos, el alcohol y las palabras.

Un puñado de narcóticos suben por su nariz, la sublime sustancia que le castiga. Había pasado sólo algunas horas (quizás fueron días) desarmando caricaturas de papel en pequeños horizontes. Imaginaba la risa de una niña lúcida y victoriosa, de cabellos negros, ojos pomarrosa; parecía hecha de nubes, así fue que la conocí. Y se soñaba cambiando de color transitando por pasajes negro y púrpura. “Déjeme cantarle una canción”, a quien pisara su sombra le decía. Ya no era yo el presente mucho menos su aire. Le extirpé el alma a lentas y lo sabía. Le pido mil disculpas.

Atentamente,

Fernando

(el del 401)

1 comentario: